UN HÉROE DESCEREBRADO
Llevaban un
tiempo los radicales independentistas sin salir en los medios de comunicación rompiendo
y quemando cosas. La verdad es que eso agota a cualquiera y se tomaron un
descanso que siempre viene bien para cargar las pilas. Había también que
dedicarse a hacer proselitismo para la causa
en este larguísimo periodo preelectoral y poder conseguir que se quedara
patente el abrumador deseo de la ciudadanía de navegar por su cuenta y romper
amarras con el centralismo. Pero parece que no han conseguido la movilización
que esperaban, la mayoría de la gente no ha ido a votar. Una escasa participación del
52% y los votos para los partidos
independentistas han sido el 51%, es decir, que cuentan con el apoyo del 27%
del electorado catalán. No se puede considerar un triunfo por más que, aunque
no han sido los primeros, sumen para
formar un gobierno, siempre y cuando no acaben tirándose de los pelos, porque
al parecer y por las pruebas que tenemos, lo que se dice llevarse bien, no se
llevan. La verdad es que hay razones
para que no estén muy contentos.
Ahora han
encontrado la excusa que andaban buscando. Nada menos que pedir libertad, su
tema favorito, dado que España los tiene presos y ha encarcelado a su ídolo, su
héroe, un descerebrado impresentable que se dice artista, y que se ha
convertido en un ejemplo de cómo los maltratan desde el reino. Y con la
colaboración de otros radicales, cabreados, con sus vidas frustradas por tantas
pandemias y sin un futuro que normalice sus vidas, se han tirado a la calle
para hacer las cosas que suelen hacer y que llevaban un tiempo que no hacían.
Una reflexión al hilo de estos acontecimientos, el mobiliario urbano que
destrozan y queman lo pagan los ciudadanos, porque es de propiedad pública y
los compra el Ayuntamiento con el dinero de todos. Es por aclarar las cosas.
También ha
habido lío en otras ciudades fuera de Cataluña, y no es achacable a los
indepen. Han sido jóvenes antisistema principalmente, también lo han hecho al grito de
libertad para su héroe encarcelado. Una excusa para desahogar la frustración y
la carencia de futuro, es decir, un grito contra la injusticia del sistema que
le ha robado la ilusión, la esperanza y la posibilidad de normalizar sus vidas,
para la que se han preparado como nunca antes lo había hecho la juventud.
El
descerebrado rapero es una excusa, no representa nada más que la estulticia de
un rácano de familia bien que no pasará fatigas en su vida. Lo triste es que
los desfavorecidos que luchan por
sobrevivir lo tengan por héroe. Si pudieran superar su frustración por un
momento y se pararan a pensar, caerían en la cuenta de que es una estupidez
seguirle el rollo a semejante sujeto.
Pero los tiempos no están para pensar mucho, la rapidez con que corre la
información y las consignas por las redes sociales, requiere respuestas
rápidas. Movilizan los sentimientos, la razón apenas tiene espacio ni tiempo
para usarla. Importa lo instantáneo y si la consigna recibida es la de
movilizarse, se acude rápido porque es una ocasión para soltar los demonios que
atormentan sus vidas.
La libertad
por la que hay que luchar no es para que salga de la cárcel un sujeto que ha
sido condenado en varias ocasiones por enaltecimiento del terrorismo, amenazas
de muerte y lesionar a un periodista, entre otras lindezas. Hay que luchar por
una libertad que nos permita tener un puesto de trabajo fijo que tenga una
remuneración digna. Hay que luchar y manifestarse por conseguir una sociedad
más igual, menos desequilibrada, más honesta, en la que los pillos no sean los
triunfadores, donde la capacitación y el trabajo sean los méritos que se
valoren, en la que no se menosprecie al diferente. Una sociedad libre en la que
todos y todas tengan cabida por igual.
Muchos nos
hemos manifestado pidiendo la libertad para presos que estaban en la cárcel por
defender sus ideas de libertad y democracia, cuando no había ni una cosa ni la
otra. No se pueden comparar aquellas manifestaciones con los actos violentos
que se están produciendo ahora y que se pueden hacer hoy porque precisamente
hay libertad, tanta que pueden destrozar una ciudad impunemente.
No he dicho
todavía que estoy radicalmente en contra de que alguien pueda ir a la cárcel
por expresar sus ideas. Si esto se produce en una sociedad democrática, hay que
enmendarlo rápidamente.
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