SECTARISMO IDEOLÓGICO


Últimamente las derechas, todas, y sus voceros de la caverna están utilizando con bastante frecuencia el término  sectarismo ideológico para calificar  las medidas políticas y las propuestas que hace el Gobierno, seguramente como consecuencia del espíritu bolivariano que invade a sus miembros, que como también han pregonado, pretenden imponer aquí para convertir a España en otra Venezuela. La Iglesia oficial también se ha incorporado a la utilización de esos calificativos.

Seguramente se refieren a la atención que se presta al sector de la sociedad más castigado por la parálisis económica que ha producido la decisión, dictatorial, de confinar a la población para salvar la mayor cantidad posible de personas de ser víctimas de la pandemia y a que la enorme factura que habrá que pagar se reparta proporcionalmente a la riqueza que cada uno posee.

El diccionario de la RAE define ideología como “un conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso o político”. Es decir, toda persona  tiene unas ideas fundamentales en las que basa los aspectos de su vida, sus gustos, aficiones, sus filias, sus fobias, y la relación con sus semejantes. O sea, que según la RAE, toda persona tiene una ideología que la refleja en sus actuaciones y sus comportamientos habituales.

También la RAE define sectarismo como “fanatismo e intransigencia en la defensa de una idea o una ideología”. Por tanto cuando el Gobierno actúa con un sectarismo ideológico se puede interpretar como la imposición  de  su ideología de una manera sectaria.  

A sensu contrario se deduce que los que le acusan carecen de ideología y mucho menos de sectarismo. Solo la izquierda tiene ideología y solamente desde la izquierda se aplica con fanatismo.

Este es un viejo discurso que ha tenido siempre la derecha y que ha utilizado desde tiempos de la dictadura. De hecho en aquella época se utilizaba la expresión “tiene ideología” como una acusación para referirse a los que defendían la democracia. Era el peor calificativo que te podían dedicar. Lo preocupante es que sus herederos continúen usándolo con la misma connotación, y peor aún que siga teniendo los mismos efectos entre sus seguidores. Hace poco en una conversación de varias personas, entre las que me encontraba, cuando salió el término, uno de ellos se apresuro a manifestar de forma un tanto airada “¡yo no tengo ideología!”. Porque tener ideología lo definía automáticamente como un izquierdista peligroso.

Precisamente la ideología, es decir, la forma de ver el mundo que tenemos las personas fruto del pensamiento, es lo que nos diferencia de los animales. Por tanto la ideología no es exclusiva de una parte de la sociedad, es de toda ella. Las distintas formas de interpretar la realidad hacen que existan distintas ideologías y que cada una de ellas intente imponerse sobre las demás en  muchas ocasiones de forma violenta. Por eso la sociedad moderna se ha dotado de un mecanismo para evitar que los sectarismos acaben en guerras  cruentas.  Ese mecanismo se llama DEMOCRACIA, donde las confrontaciones ideológicas encuentran un campo de negociación y acuerdo.

Por tanto, esta derecha también tiene su ideología que se caracteriza en  que bebe de las fuentes franquistas, que defiende los intereses de los dueños del mercado, que se siente obligada a devolver a la Iglesia el  poder que perdió con la llegada de la democracia, que profundiza la desigualdad social con medidas que perjudican a los trabajadores, que deja sin horizontes de futuro a la juventud, que le molesta que los perjudicados por sus políticas se manifiesten y los amordaza con una ley, que solo le importa el bienestar de unos pocos privilegiados y no le preocupa el aumento escandaloso de la pobreza y que utiliza el poder en beneficio propio con el dinero de todos. Estas medidas  son las que aplica siempre que tiene el mando y  se irrita cuando no lo tiene, porque su  concepto  del poder es que le pertenece por derecho propio. Precisamente esa intransigencia que tiene esta derecha con los que no piensan como ellos a los que descalifican e insultan es lo que define la RAE como sectarismo.

 Una derecha democrática tiene que aceptar que cuando no gobierna, porque la ciudadanía decide que lo hagan otras fuerzas políticas, tiene la obligación de negociar sus propuestas  con el Gobierno y no tratar de derribarlo a cualquier precio, como ha pretendido hacerlo de forma irresponsable en plena crisis de la pandemia. Y que cuando los que gobiernan intentan aplicar su programa electoral por el que han sido elegidos, no son sectarios, son consecuentes con los principios que defienden, como hace cualquier ideología siempre que tiene ocasión de hacerlo en un sistema de libertades.



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