CAMBALACHES


En  todas nuestras fuentes de información las noticias son casi con exclusividad dedicadas al covid, y todo lo que se nos dice y nos ocurre en la realidad guarda relación con el dichoso bicho. Nuestras conversaciones con familiares y amigos versan inexcusablemente con la salud o la pérdida de ella, con la desaparición de conocidos que engrosan la demasiada larga lista de bajas que se está produciendo. Actúa como  un magnífico manto para tapar lo que también está pasando en otros aspectos de la realidad, que también son importantes y que nos demuestra que hay vida más allá del virus.
Una de estas noticias trascendentes de la que nos hemos enterado, pero muy poco, ha sido la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, en relación con la sustitución de una celosía de la Mezquita por una puerta que diera acceso a los pasos de Semana Santa. En una realidad sin coronavirus hubiera abierto las páginas de la prensa y de los informativos de radio y televisión. Un varapalo tan serio para el obispado y  la administración autonómica, condenada, además, a pagar las costas del proceso, no es una noticia que se produzca todos los días. El fallo judicial dice que eso de tocar los elementos de la Mezquita  no se puede hacer y que hay que volver a dejar las cosas como estaban. El Tribunal nos viene a decir que la Mezquita es un monumento único en el mundo,  que no se puede modificar lo que está declarado Patrimonio de la Humanidad. Evidente y obvio. Lo que asombra es que la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía  encargada de proteger el patrimonio andaluz, lo aprobara. Autorizar una obra como ésta levanta la sospecha de un acuerdo, no hecho público, entre la Consejería y el Obispado. ¿De verdad se puede negociar con un valor patrimonial tan importante como la Mezquita? ¿ Pueden ser tan irresponsables?
Las consecuencias de esta sentencia sólo pueden traer beneficios para Córdoba y su Casco Histórico, además de la seria  advertencia de que  nuestro patrimonio hay que mantenerlo, cuidarlo y no se pueden hacer cambalaches con él.
  
Columna de opinión en la SER.

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