NO ES TIEMPO DE TRAICIONES
Estamos
inmersos en una situación que hemos definido como un estado de guerra que
estamos librando contra un enemigo al que no podemos vencer por ahora. Las medidas
para luchar contra él son esencialmente defensivas y afectan a toda la
población. Los sistemas para protegernos de su ataque, mascarillas, guantes, respiradores,
y test, son insuficientes y la demanda es brutal en todos los países afectados,
hablamos de más de mil millones en todo el planeta que los necesitan. Es un terreno abonado para que los
especuladores carroñeros se forren a costa del sufrimiento de la gente. Nada
nuevo bajo el Sol, eso se da en todas las guerras en las que unos cuantos se
enriquecen a costa de los cadáveres de los demás. En el mercado negro, una
mascarilla ha llegado a costar 25 euros, cien veces más que su precio normal. Esa es la
regla del mercado.
Todos
sabemos que para ganar una guerra es fundamental la unidad de mando. En el
ejército es lo primero que se aprende, las órdenes se cumplen por más que
parezcan disparatadas, y no se critican, se acatan. Pero esta guerra que estamos
librando es distinta, el ejército lucha de otra manera y no está en primera
línea de combate. Aunque sea distinta, es una guerra y todos tenemos que
cumplir las órdenes que dicta la autoridad competente, en este caso el
Gobierno, se equivoque o acierte.
Ante este
conflicto, como en todos, existen varios
tipos de gente. Primero están los héroes, aquí están identificados y
reconocidos por todos, son los sanitarios que están en la primera línea del
frente y se juegan la vida todos los días, algunos la están perdiendo. También están
los que prestan su labor en los servicios públicos, necesarios para que se respete lo ordenado y la
sociedad funcione en sus constantes vitales. Sin olvidar a los que hacen
posible que podamos estar abastecidos a fin de poder resistir la reclusión que
se nos ha ordenado. Después estamos la inmensa mayoría de la ciudadanía,
nuestra misión es cumplir lo que nos han mandado, recluirnos en nuestros domicilios. Un gran sacrificio que nos
supone la falta de libertad (como maestro no puedo olvidar a los padres con
hijos pequeños, también son unos héroes). Estamos experimentando la dureza de
la medida pero somos conscientes que es la aportación que tenemos que hacer en
esta guerra. Por último están los que critican públicamente las decisiones del mando y no ayudan para conseguir el objetivo de ganar la batalla. Sin duda esta
actitud debilita al Gobierno en el peor momento, difunde malestar entre la
población y cuestiona las medidas que se toman. Están cometiendo una falta de
lealtad y por tanto una traición.
Es de
carroñeros utilizar una situación tan dramática en la que nos jugamos tanto,
para desgastar al Gobierno. Para la derecha el enemigo no es el coronavirus,
son los rojos que gobiernan, a los que hay que echar como sea. Indigna la
intervención de Casado en el Congreso hace unos días ¿Cómo es posible que un
político decente ataque de esa forma al Presidente del Gobierno en unas
circunstancias tan graves para todos? Si tuviera decencia se ofrecería para
poder ayudar y colaborar en el bien común que es derrotar a la pandemia. También
podría decirle a sus amigos de la sanidad privada, a los que han hecho ricos,
que no cierren sus centros ni den vacaciones a los sanitarios en momentos como
éstos en los que la pública está llamando a los médicos jubilados y a los
estudiantes porque toda ayuda es poca.
Al menos podían disimular un poco su avaricia y considerar nuestra salud, no solo como un negocio sino como un servicio.
Hay que tener malas entrañas para adoptar actitudes como esas. La única
aportación del líder de la oposición ha consistido en proponer que la bandera
luzca a media asta, que se organice un funeral de Estado y que se haga un
monumento a las víctimas. ¿Esas son las medidas que propone para frenar la
pandemia? Es indignante su actitud irresponsable y su poca talla moral. Es una desgracia para todos que una persona de esa catadura pueda llegar a ser Presidente.
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