LA IZQUIERDA INÚTIL
Los partidos políticos son el vehículo para representar las
inquietudes y los deseos de una sociedad plural y hacer lo posible para
llevarlos a la práctica. Esto que forma
parte de los pilares de nuestra Constitución, es conveniente recordárselo de
vez en cuando a algunos dirigentes políticos de la izquierda. Los de la derecha
lo tienen muy claro. Toda fuerza política tiene el deber de ser útil al grupo
social que representa y aplicar, en lo posible, la mayor cantidad de objetivos
de su programa electoral, bien desde el Gobierno, si gana las elecciones, o
mediante pactos con la fuerza política ganadora. Naturalmente en una democracia
nadie puede aplicar su programa totalmente porque nadie representa en exclusiva
la totalidad de la ciudadanía. De ahí la necesidad del pacto entre las fuerzas
políticas afines, donde existe más facilidad para coincidir. La desgracia, de
siempre, es que la izquierda alternativa no está por la labor, es todo o nada.
O consigue el poder y aplica su programa o está en la oposición,
aunque tenga como consecuencia que gobierne la derecha. A fin de cuentas a la
otra izquierda socialdemócrata también la colocan en la derecha. Prefieren
conservar las esencias a pactar la aplicación de parte de su programa. Una
actitud que no puede ser más inútil. Mantener la pureza y no contaminarse en
una negociación parece ser su función principal, aunque ello conlleve la
imposibilidad de llevar a la práctica sus políticas, como es su obligación. Una
postura ética pero absolutamente ineficaz, porque por ese camino jamás
conseguirá alcanzar objetivo alguno.
Nos encontramos inmersos en la enésima convocatoria electoral
como resultado de esta posición intransigente de Podemos que es al aglutinador
del conglomerado en que se han convertido las fuerzas de la izquierda
alternativa. Ahora ha cambiado su estrategia, no pacta un programa como hizo en
el acuerdo de la moción de censura a Rajoy (que no tuvo más remedio que apoyar), quiere formar parte de un Gobierno de coalición. En las negociaciones con el
PSOE posteriores a las elecciones del
pasado mes de abril, plantearon esta línea roja como infranqueable. O eso o
nada. El argumento era que no se conformaban con un acuerdo programático porque
no se fiaban de los socialistas y para llevar a efecto su programa exigía estar
en el Gobierno. Pedro Sánchez, que no
era partidario de esa fórmula, sino de un programa de Gobierno pactado, en contra de su criterio, les ofreció formar
parte del Gobierno con una Vicepresidencia y tres ministerios. No se
conformaron, quería además las políticas activas de empleo. Conociendo el
esfuerzo que estaba haciendo el PSOE para poder armar un Gobierno de izquierdas
del que no era partidario en absoluto, reventaron la posibilidad de hacerlo, ya que sabían que los socialistas iban al límite.
La razón expuesta de desconfianza y no poder controlar el cumplimiento del acuerdo por parte de los
socialistas, no se sostiene. En un Parlamento que tiene que convalidar los
decretos leyes y aprobar las proposiciones de ley del Gobierno, cuando no tiene mayoría, es un muy
fácil controlar y rechazar aquellas que no se atengan a lo firmado en el
acuerdo o que no se hayan pactado previamente. Ya lo habían hecho en enero
cuando rechazaron el decreto ley que
presentó el Gobierno socialista sobre los alquileres de viviendas. Lo hicieron
porque, según dijeron, no se ajustaba a lo que habían acordado. Fácil ¿no? No
hacía falta formar parte del Gobierno para que se pudieran llevar a cabo las
propuestas que defendían y conseguir que
el PSOE acentuara sus políticas de izquierdas. Y encima no sufren el desgaste
que supone estar gobernando. Es decir, ya habían contrastado la eficacia de un
pacto programático y el control que podían ejercer sobre su cumplimiento, sin
necesidad de formar parte del Gobierno. Al parecer esto puede continuar siendo
una condición irrenunciable si el PSOE reclama su apoyo para que Pedro Sánchez pueda ser Presidente.
La estrategia utilizada por Podemos no persigue conseguir
avances en resolver los problemas que asfixian a la población más
desfavorecida. Es un objetivo más egoísta. Ante la necesidad de formar un
Gobierno, esta vez sí o sí, el PSOE, que se perfila como la fuerza política
ganadora, se verá obligado a pedir la abstención de la derecha, que no prestará
su apoyo gratis y tendrá que transigir con algunas propuestas que le hagan
desde el bando conservador. Tendrá que hacerlo ante la locura que sería repetir
otra vez las elecciones. Con lo que habrá que afrontar la solución de los
problemas de la sociedad con unas propuestas descafeinadas que serán ferozmente
criticadas por esta izquierda inútil que se arrogará como su representante
único, puesto que los socialistas son de derechas, como querían demostrar. El resultado para la gente les importa poco,
ya que las cosas serían distintas si se hubiera podido conseguir un acuerdo programático para gobernar desde la
izquierda, pero, al parecer, eso les interesa menos. Quieren alcanzar el viejo objetivo de ser la
fuerza política hegemónica en la izquierda, aunque con eso no se consiga
transformar las condiciones penosas en las que vive la mayor parte de nuestra
sociedad.
El PSOE no es partidario de dar entrada en el Gobierno a
Podemos. Lo razonan porque tampoco se
fían, ya que lo que pretenden es formar un Gobierno paralelo lo que provocaría
choques en el Consejo de Ministros que conducirían más temprano que tarde a una
crisis institucional y a disolver el Parlamento.
Conviene recordar que hubo un tiempo, cuando IU ejercía la hegemonía en esta izquierda en
que su estrategia pasaba por apoyarse en su programa si el PSOE requería su ayuda. Programa, Programa,
Programa, decían, jamás hablaron de formar parte del Gobierno. Ahora sería muy
conveniente que ejerciera su influencia
en el seno de Podemos para recuperar ese criterio que fue el que propusieron los socialistas. Las discusiones deben centrarse en los contenidos de un programa para un gobierno de progreso.
Los electores no entenderían que, una vez
más, se frustrara un posible gobierno de izquierdas por la mezquindad de que
Podemos quiera convertirse en el guardián de las esencias, en
detrimento de ser útiles para frenar a esa derecha dispuesta a cargarse la
sanidad, la escuela pública, la ley de dependencia, a empeorar aún más las
condiciones de trabajo, a condenar la
juventud a no tener futuro, a cargarse el medio ambiente, o a mantener a los
asesinados por Franco sin identificar en fosas comunes.
Aún se está a tiempo de impedirlo.
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