¿QUÉ PASA CON LO MÍO?
La campaña electoral, que formalmente comienza en unos días,
lleva ya mucho tiempo en marcha y apenas nos hemos enterado de lo que quieren
hacer con nosotros los distintos partidos de la derecha. Los escasos debates
sobre temas que nos importan han sido forzados por la ciudadanía y las
respuestas han sido ambiguas, como si no les interesaran nuestras inquietudes.
Sirva como ejemplo la despenalización de la eutanasia.
He escuchado un debate electoral sobre economía protagonizado
por figuras destacadas de los distintos partidos. Un griterío ensordecedor, una crispación tremenda con
una absoluta falta de respeto, el representante del PP sin dejar hablar a los
demás, aunque no era el único pero sí el que más sobresalía. No conseguí
enterarme de las distintas propuestas, empeñados como estaban de destruir al
adversario más que argumentar las ideas propias. La conclusión final fue
una sarta de descalificaciones y ninguna explicación clara sobre lo que piensan hacer
en un asunto tan vital como son las medidas económicas que aplicarían caso de
ganar las elecciones. Es el preludio de lo que nos espera. No sé si son
conscientes de que con esa actitud nos faltan al respeto que merecemos como
ciudadanos. Los medios también colaboran en este despropósito, la bronca vende más y es lo que se lleva, porque de eso se trata, de aumentar la audiencia.
Esta campaña, como las celebradas en los últimos tiempos, tiene todos los visos de estar dominada por la acritud y los malos modos, más que por las propuestas. Es lo que pasa cuando la derecha va por detrás
en los sondeos de opinión y cuando no, también. Su estrategia es practicar el
juego sucio en el que predominan los insultos y las descalificaciones como ejes
de sus intervenciones. Ya hemos tenido una buena dosis de agresividad por boca de
sus líderes, con insultos que jamás había oído, pese a mi larga experiencia en
el seguimiento de campañas electorales (todas hasta ahora). Eso me hace
rememorar la altura política que se exhibía en las confrontaciones de
principios de nuestra democracia reciente, en las que predominaba la defensa de
las ideas con razonamientos que trataban de convencer a los electores. Hasta la
llegada de Aznar no se oyeron las descalificaciones personales utilizadas como
argumento político, que son las que
están siendo ahora mejoradas con ardor y entusiasmo por su epígono Casado.
El objetivo ahora se fija en conseguir que lo que se diga
figure en los titulares de los medios.
Los asesores se afanan en proporcionar munición al líder para que gane el
próximo titular. Pero eso es más difícil en la medida que se incrementa el volumen del
exabrupto lo que hace que se convierta en una carrera enloquecida que cada vez se aleja más de la sensatez.
Sorprende el
crecimiento que la extrema derecha está teniendo sin que se conozcan sus
propuestas sobre sobre los
asuntos que interesan a la ciudadanía. Da que pensar que hayan vendido tan fácilmente discursos
tan simples como patria, bandera, odio
al inmigrante y machismo. Sin duda es responsabilidad de la izquierda que no ha
sabido, podido o querido explicar y convencer con un discurso basado en los
valores democráticos. Ha olvidado que esos valores, la lucha por la libertad,
la ampliación de derechos, la igualdad, la solidaridad, la ayuda al más débil,
están en permanente peligro, porque en algunos casos van contra el sentimiento
natural de la especie humana que tiende al egoísmo y a la violencia. Sorprende
que sus nuevos partidarios se sientan atraídos por la unidad de España, la
defensa del himno, el ondear de las banderas y no por sus propuestas para
mejorar la sanidad y la educación la
creación de empleo estable y digno, la garantía de estabilidad de las pensiones,
en definitiva por mejorar la calidad de vida de la gente. La defensa de España
no llena el frigorífico, la bandera no crea empleo y el himno no mejora las
listas de espera en sanidad.
El voto, mi voto, es la herramienta que utilizo para elegir a
quién proponga aplicar políticas que me
garanticen la defensa de la libertad, la ampliación de derechos, la mejora de
mis condiciones de vida y, muy importante, que me explique cómo lo va a hacer,
con qué recursos y dónde los va a conseguir. Eso es lo que se debe explicar en
la campaña y sobre eso organizar los debates. Ya sé que las cosas no van por ahí, pero sería deseable
que exigiéramos que fuese así, aunque sólo sea por
respeto a nuestra inteligencia.
No pienso ver ni oír ninguno de los debates que están por
venir, mi cuota de escuchar descalificaciones e insultos está completa y la bronca no me interesa. Pero sí iré a votar.
Comentarios
Por lo demás, no puedo estar más de acuerdo contigo.