¿POR QUÉ NO SE CALLAN?
Estamos en
un momento político inédito en los casi cuarenta años de democracia
posfranquista. Los electores han decidido formar una situación compleja y
novedosa que para resolverla se requiere talento político, prudencia y un
difícil equilibrio entre los programas que cada partido se comprometió a cumplir y la
necesidad de encontrar puntos de entendimiento. Una situación sumamente
delicada que es contemplada por la ciudadanía con el máximo interés y donde los
gestos y las declaraciones se analizan exhaustivamente para intentar averiguar
por dónde se encamina el futuro. Eso sin contar la presión que pone la
situación en Cataluña.
Los medios
de comunicación y la miríada de comentaristas y tertulianos, opinan sin
descanso con el objetivo de influir para que la solución sea acorde con sus
intereses, por no hablar de los poderes económicos que nos aterran con las
posibles alianzas contrarias a sus intereses. Todo el mundo presiona sin
descanso. Y sin duda el más presionado es el PSOE y su secretario general Pedro
Sánchez porque todos hemos entendido que
la solución está en manos de los socialistas. Sin duda los pasos que han
dado hasta ahora indican, sin ningún género de dudas, que las ideas están
claras y han sido expresadas de forma
reiterada: en ninguna circunstancia apoyar al Partido Popular; propuestas para
reparar lo que el Gobierno de Rajoy ha destrozado; postura firme en contra del
independentismo catalán; mano tendida para dialogar con la izquierda y con
Ciudadanos, si se aviene, para formar un Gobierno estable. Es decir, una
postura razonable cuyo éxito dependerá de que los demás también se pronuncien y
muevan ficha.
En estas
circunstancias, es incomprensible la actitud de algunos dirigentes regionales
del PSOE que discuten ante todos los micrófonos que les ponen por delante, sus
discrepancias con el secretario general, como si sus planteamientos fueran
distintos de los que se fijaron por su Comité Federal. Lo último, por ahora, ha
sido la ayuda prestada para que los partidos catalanes puedan formar grupo
parlamentario en el Senado. ¿Acaso no estamos hablando de la necesidad de
favorecer el diálogo? ¿No ha expresado el PSOE su discrepancia con la actitud
cerrada del PP, negándose a dialogar con los responsables políticos catalanes?
¿No se ha defendido hasta la saciedad que es necesario tender puentes y no
abrir zanjas? Eso ha sido un gesto que supongo tendente a propiciar un clima en
el que sea posible empezar a hablar, que no condiciona nada y que marca un
cambio de rumbo absolutamente necesario y que ha sido defendido por el PSOE. Causa una profunda preocupación que estos
dirigentes lenguaraces demuestren tanta miopía política y no hayan entendido la
gravedad de la situación y la enorme dificultad que entraña resolverla. Para
justificar esta actitud se argumenta que en el
PSOE, y en la izquierda en general, se discute y confrontan distintas
opiniones, y que eso es bueno porque resalta la pluralidad y la libertad de
expresarlas. De acuerdo, pero todo tiene su espacio y su momento, en el máximo
órgano de dirección se fijaron las líneas maestras que deben definir la
estrategia política y es ahí donde se exponen las discrepancias, se argumentan
y al final se acuerda democráticamente el camino a seguir, pero las
circunstancias que van surgiendo las interpreta la dirección, que para eso
está. Y que se sepa no se ha salido del guión aprobado. El momento de discrepar
públicamente no es ahora, cuando comienza una etapa dónde se precisa de todo el
margen de confianza y todo el apoyo posible. Se supone que, después de haber
celebrado unas primarias, hace unos meses, se ha elegido a la persona más
capacitada en la que depositar la confianza en su buen hacer, ahora le
corresponde al secretario general y a la dirección resolver. Estoy convencido de
que serán consultadas todas las baronías antes de dar pasos importantes, pero
no en todos los casos, que se sepa el PSOE no es un partido asambleario ¿Qué se
pretende cuando se manifiesta públicamente la discrepancia con algunas
decisiones que se han tomado? ¿Acaso no se es consciente de la perplejidad y el
desafecto que provocan en el electorado? O lo que es realmente grave ¿Se
pretende impedir que Pedro Sánchez pueda
formar Gobierno? La lealtad dicta que esas discrepancias se deben manifestar
utilizando la línea directa que todos tienen con la dirección federal. Ya
llegará el tiempo de los micrófonos, pero ahora toca estar públicamente
callados y pensar que el futuro del Estado depende de la prudencia y del buen
hacer de los socialistas.
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