Radicalismos
A pocos días
de haberse formalizado la constitución de los Ayuntamientos, los nuevos equipos
de gobierno municipales salidos de las urnas del 24 M, han puesto en marcha
medidas que han dado un vuelco total a lo que nos tenían acostumbrados los
anteriores alcaldes del PP. Han tenido la virtud de ser consecuentes con lo que
proponían en sus programas electorales, han tenido la honradez de ser fieles a
la gente que les votó, por más que suene extraño que esto se haya producido
cuando debería ser así siempre. Lo más relevante de esta actitud es que han
dado un cambio espectacular a la imagen que se tenía hasta ahora de los cargos
públicos. Veamos los cambios más significativos.
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Han
frenado los desahucios. Hasta ahora los Ayuntamientos se habían limitado a
lamentar la situación que provocaban la crueldad de los bancos, amparados en
una ley injusta. Se ha demostrado que cuando la voluntad política, apoyada por
el sentir ciudadano, da un paso adelante es posible solucionar problemas que a
priori parecían irresolubles, aunque no sean competencia municipal. Y se ha
hecho llegando a formalizar acuerdos con las entidades bancarias, hablando y
convenciendo, aunque hay algunos banqueros que no se dan por aludidos. Hay que
preguntarse, si esto se podía hacer ¿por qué no se había
hecho antes? Tal vez porque la afinidad de los gobernantes de la derecha
estaba más con los bancos que con las personas.
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Se
han rebajado el sueldo. Era escandaloso lo que cobraban algunos de los
anteriores alcaldes. Su sueldo se fijaba en función de la importancia de la
ciudad, cuanto más grande mayor retribución. Aunque algunos ni siquiera eso,
más de uno me dijo que tenían que cobrar
más que la nómina más alta del ayuntamiento, como si se tratara de una
empresa donde el presidente tiene que ser el mejor remunerado. Ha habido
excepciones como el nuevo alcalde del pueblo cordobés de Baena que se lo ha
subido, aunque después ha renunciado a ese aumento; en todas las tribus siempre
hay alguien que no se entera.
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Se
desplazan sin utilizar el coche oficial nada más que cuando es estrictamente
necesario. El hecho de que un alcalde se desplace por sus propios medios o en
transporte público debería ser lo habitual y en mis tiempos lo hacíamos, además
es lo que se hace en muchos lugares de Europa.
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La
reducción drástica del número de asesores es otro gesto importante, simplemente
porque no hacen falta. En la inmensa mayoría de los casos sirven para pagar
sueldos a militantes que hacen trabajos
para el partido político y no para la institución.
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Visten
con sencillez, como unos ciudadanos más, no hay trajes, ni corbatas, ni
vestidos de marca. Rompen con la idea de que para representar a la ciudad hay
que vestir como los ejecutivos.
Son algunas
de las medidas que en el corto tiempo que ha transcurrido han sonado a
“revolucionarias” y las han criticado duramente los voceros de la derecha
y la caverna mediática y, en cierto modo lo han sido porque han venido a demostrar que existe
otra forma de gobernar, es decir, ser auténticos representantes de la
ciudadanía.
Rajoy y la
cúpula del PP han descalificado al PSOE por pactar con radicales y extremistas. Habría que preguntarles qué consideran
radical de lo que han hecho hasta
ahora ¿Es radical procurar paliar la
pobreza infantil, que ellos han provocado, habilitando los comedores escolares
durante el verano? ¿Consideran radical que se intente impedir que los bancos
echen a la gente a la calle porque no pueden pagar la hipoteca o el alquiler, por culpa de estar en el paro al que
ellos los han arrojado? ¿Han incumplido con sus medidas la legislación vigente,
o por el contrario la han respetado aunque no estén de acuerdo con algunos de
sus preceptos? ¿O acaso los consideran radicales porque su imagen no concuerda
con los cánones que ellos han establecido? Radicales son las políticas que aplica el Gobierno y que han
sumergido a gran parte del país en la pobreza y la desigualdad.
El acuerdo
entre las fuerzas políticas progresistas se ha basado en la lógica política
porque otra cosa sería muy difícil de explicar a los ciudadanos que han votado
precisamente eso, la necesidad de pactar programas y apoyar a la fuerza más
votada de la izquierda, en la mayoría de los casos ha sido el PSOE que
continúa ejerciendo la hegemonía en la izquierda. Esto es lo que ha puesto
nerviosa a la derecha y ha radicalizado
su discurso. Las soflamas proferidas
por los altavoces mediáticos, en seguimiento de la estela trazada,
principalmente, por la liberal
Esperanza Aguirre, recuerda a las proferidas como preludio de la guerra civil y
hasta han provocado la resurrección de los nostálgicos del franquismo. Porque
efectivamente, agitar el espantajo del soviet, del marxismo, del comunismo y del bolivarismo,
es un discurso extremista que aboga por la confrontación. Eso sí es ser radical
y extremista.
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