Lo que el electorado quiere
Las
elecciones municipales en Francia han supuesto una derrota del partido socialista
que gobierna en el país, el triunfo del centro-derecha, el ascenso del Frente Nacional
de Marine Le Pen y una fuerte abstención. Sin duda es una manifestación más de
que la socialdemocracia se está equivocando seriamente en sus políticas, ya
pasó en España en las últimas elecciones generales y no parece que se haya
tomado nota. Da igual el país, las medidas económicas que se han aplicado son
muy semejantes y en el fondo se trata de que los efectos de la depresión
económica la paguen los que menos culpa tienen y sus causantes se vayan de
rositas. Y esto duele especialmente cuando se espera que con la izquierda
gobernando no se produzca esta injusticia. A esto se reduce todo y el efecto
que produce es el mismo en cualquier parte donde se tiene la ocasión de
manifestarlo.
La gente
muestra su indignación en la calle dando apoyo masivo a colectivos que
cuestionan el sistema, pero luego no ayudan en las urnas a los partidos
políticos que más o menos los representan. Esto demuestra que la ciudadanía, a
falta de una alternativa económica global, quiere que este sistema capitalista sea más humanizado -una
contradicción en sus propios términos-. Ya que no tenemos otra cosa hagamos que
sea más justo. El deseo de mantener este estatus, aunque más equilibrado, es lo
que hace que las movilizaciones carezcan de profundidad y no tengan
consecuencias políticas. El sistema no se pone en duda, solo su aplicación en momentos
de crisis, el poder puede estar tranquilo.
El
capitalismo triunfante se siente seguro porque ha inoculado su virus en la
población, todos queremos poseer cosas, cuantas más mejor, queremos vivir bien.
Ellos se encargan de la financiación y de hacernos prisioneros de por vida con
unas deudas impagables. Las desigualdades que produce esta práctica son crueles
y sangrantes. Es el triunfo del individualismo frente a la solidaridad, el
triunfo de los valores que defiende la
derecha y el fracaso de la izquierda que ya parece no creer en los valores que
dice defender, por tanto será muy difícil que sus mensajes tengan credibilidad.
Lo que se está pidiendo es que el socialismo democrático cumpla su papel de
domesticar el capitalismo en beneficio de los más desfavorecidos. Es cierto que
hacer esto ahora no es tan fácil como lo era en la abundancia del pasado.
El sistema se encuentra con la inexistencia de
alternativas que lo cuestionen y por tanto aplica una estrategia de acumulación
de dinero de una manera grosera en manos de unos pocos que dominan y controlan
la economía de una manera absoluta,
imponiendo sus propias reglas que conducen a la asfixia económica a quien
las incumple. Esta es la simple realidad que evidenciamos todos los días.
¿Quiere esto
decir que desde la izquierda no se puede hacer nada? La aplicación de los
principios socialdemócratas requiere de una mayor firmeza y agresividad, hay
mucho por hacer, todo menos lo que se está haciendo. Para empezar, no se pueden
imitar las políticas que aplicaría la derecha con el pretexto de que no se
puede hacer otra cosa, Europa manda. Bruselas está controlada por el
capitalismo neoliberal y exige la aplicación de medidas coherentes con sus
principios, en caso de necesidad salvar los intereses de los poderosos a costa
de los más necesitados. Lo que se
reclama por los amplios sectores sociales afectados es que se pongan en
cuestión esas medidas. Es necesario contar con alternativas que se perciban por la población y que
conduzcan a mejorar su precario nivel de vida. Y para empezar no estaría mal
que alguien dijera que otra política fiscal más justa es posible, que se
especifique en qué consistirá y que a la vez garantice el alcance de los
objetivos que nos obligan a cumplir, sin necesidad de hacerlo como quieren que
lo hagamos. Las medidas alternativas se han expuesto infinidad de veces por
especialistas en estos últimos años, sólo falta el valor político de asumirlas,
explicarlas de forma convincente y juramentarse para aplicarlas cuando se
consiga gobernar. Tal vez sea necesario comenzar por el reconocimiento de los
errores cometidos en el pasado, ayudaría mucho a ganar la confianza entre la población que se la retiró en las
pasadas elecciones de una manera brutal.
La
responsabilidad de la izquierda en estos momentos es enorme. Su pérdida de
identidad conduce a la desesperación de sus votantes, que son mayoría, a la
abstención y a debilitar la democracia ante la ausencia de una alternativa.
Necesitamos que alguien creíble coja la bandera de la rebeldía, lidere la
frustración y la desesperación de tanta gente y la conduzca a la esperanza en
el futuro con propuestas posibles de realizar. No hay más tiempo y tenemos en
puertas las elecciones al Parlamento Europeo y debe ser la ocasión de plasmar
esas propuestas alternativas. Es la hora de la socialdemocracia.
Comentarios
Estar en paro no deja pensar con claridad, lo primero es buscar culpables y ya no se escuchan alternativas, sino explicaciones simples.
Sobre todo, desde quienes no son reconocibles cuando se pudieron poner soluciones.
Estoy de acuerdo contigo, Herminio, en en ese grito de desesperación y a veces de desesperanza, por el derrumbe de lo construido con tanto esfuerzo.
Se hará lo que se pueda...
El abandono ideológico y la claudicación hacia los principios elementales del capitalismo, el abandono de las políticas radicales (en el sentido de raíz) ha llevado ha esta situación, y no lo va a arreglar una simple reforma fiscal, por desgracia. Con una banca privada y unos sectores estratégicos tomados por grandes accionistas, aquí no hay nada que hacer.