Mezquita-Catedral



Mis primeras experiencias educativas las tuve en el colegio San Eulogio, frente a la puerta del Perdón de la Mezquita-Catedral, hoy es una tienda de souvenir. El patio de los Naranjos era mi lugar de recreo, allí jugaba, me comía el bocadillo y fui feliz.  Desde niño he asociado el edificio a la Iglesia católica, y siempre se ha llamado Mezquita-Catedral. Era el reconocimiento lógico de una realidad existente, aunque la declaración de Monumento Patrimonio de la Humanidad ese hace sólo para la Mezquita. En todos los indicadores turísticos figura ese nombre. En un acuerdo plenario de 1994 declaramos el nombre de los dos templos como su nominación
oficial, ante la amenaza de la Iglesia de suprimir el nombre de  Mezquita. Pero no hace mucho el Obispo y el Cabildo decidieron cumplir su amenaza y borraron su nombre, ya que no podían hacerla desaparecer físicamente, que es lo que al parecer,  les hubiera gustado. Además, favorecidos por una ley del Gobierno de Aznar, se han hecho con su propiedad.  Con esto han conseguido indignar a mucha gente, entre la que me encuentro. ¿Qué necesidad tenían de apropiarse el edificio de esta manera? Nadie ha puesto en duda nunca que el uso sea de la Iglesia católica. Han dispuesto la utilización del edificio cómo han querido, incluso llegaron a negar su uso para un concierto de Yehudin Menuhin, tal vez por ser judío, y nadie protestó ¿Qué más querían? ¿Por qué esa insaciable apetencia de dominio? ¿Por qué ese ansia de borrar la historia? Solo se entiende desde una visión integrista y sectaria, lejos del espíritu evangélico y ecuménico que deberían regir sus actuaciones. La ambición del Obispo y del Cabildo ha roto la paz y el consenso, ahora que no se hagan los mártires y los perseguidos ante las reacciones  que ha suscitado su actitud.


          Columna de opinión en la SER.

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