Izquierda Unida cruza el río
En las pasadas elecciones en Andalucía los electores enviaban
un mensaje muy claro, no querían que los gobernara el Partido Popular y menos
que Javier Arenas fuera el Presidente de la Comunidad. Por el contrario,
depositaba su confianza en los partidos de izquierda, eso sí, censuraba al PSOE
sus veleidades con las políticas conservadoras y aupaba a IU, precisamente como
palanca correctora de esas flaquezas socialistas ante las duras políticas del
neocapitalismo. Solo hacía falta que ambos entendieran el mensaje y no se
repitiera el lamentable espectáculo de Extremadura. Aunque estaba en el ánimo
de la mayoría que se podría llegar a un gobierno conjunto, la desconfianza y
animadversión de IU hacia los socialistas, la voluntad y capacidad para
neutralizar a sus talibanes y la fuerza que éstos tienen dentro de la
organización y la toma de una decisión que contravenía los principios clásicos
del PCE eran elementos con el suficiente peso como para dudar de que la
voluntad mayoritaria salida de las urnas pudiera llevarse a cabo. Más fácil lo
tenía el PSOE, en su seno nadie pondría en cuestión una alianza de gobierno con
IU. Salieron de perdedores y se encontraron con que, aunque no habían ganado,
podrían continuar gobernando. Se borraron de un plumazo los resabios
anticomunistas y se olvidaron las viejas afrentas.
Antes del 25-M estaba muy difundida la idea de que si el PP
no ganaba por mayoría absoluta no gobernaría, se daba por hecho el pacto de
izquierda. En la campaña electoral los ataques entre ambos no existieron o
fueron muy matizados, se había sembrado un clima favorable para el
entendimiento. La postura más clara la tuvo Diego Valderas que, en plena
campaña, repitió en varias ocasiones que en Andalucía no pasaría lo mismo que en
Extremadura. Eso significaba un cambio profundo en la estrategia de IU.
En los años noventa IU puso en marcha la teoría de las dos
orillas, ellos estaban en una orilla del río y el PSOE y PP en la otra: no era
posible, por tanto, alianza alguna con los socialistas puesto que hacía las
mismas políticas que la derecha. Por otra parte esto hacía posible que se pudiera discrepar o coincidir tanto con el
PP como con el PSOE, a fin de cuentas
eran la misma cosa, es más, el PP merecía más respeto porque era el “auténtico”,
los otros eran los social-traidores. En Andalucía se puso en práctica en la
mitad de los años noventa, cuando el PSOE no sacó mayoría absoluta y se produjo
un entendimiento entre Javier Arenas, que por aquel entonces ya perdía
elecciones, y Luis Carlos Rejón, el líder de IU. Esta alianza provocó el
adelanto de las elecciones, la mayoría absoluta del PSOE y el hundimiento de
IU. La teoría sigue estando vigente el algunos territorios, como hemos podido
comprobar recientemente en Extremadura y en algunas partes de Andalucía, que
fueron los lugares donde más implantación tuvo y continúa teniendo.
La dirección andaluza de IU tiene la lección aprendida y ha
cambiado su postura en la primera ocasión que se le ha presentado y han hecho
una apuesta por lo máximo, formar un gobierno conjunto con el PSOE. Tenía otra
posibilidad, que sometió a la consulta de la militancia, la de ayudar a la
elección de Griñán como Presidente y pasar a la oposición, tesis apoyada por
los defensores de la pinza. No prosperó. Al final ha resultado un gobierno
conjunto con el PSOE fruto de un acuerdo programático, huyendo también de las
nefastas experiencias de cogobierno en Galicia y Cataluña. Nadie hubiera
entendido que dejaran solo al PSOE en el Gobierno y coincidieran con el PP en
la oposición… otra vez.
Es digno de valorar la postura de Izquierda Unida de entrar
en el Gobierno de Andalucía en las condiciones actuales, con la necesidad de
aplicar recortes, sabiéndose examinados con lupa, con la presión del Gobierno
de España, sin apenas margen de maniobra, sin poder defraudar las esperanzas
puestas en este gobierno para que demuestre que “otra política es posible” y
sin experiencia alguna en este tipo de gestión.
El nuevo Gobierno necesita serenidad, mucha sensatez (no
podemos empezar como la nueva consejera de Fomento, de IU, prometiendo el cargo
“por exigencia legal”), olvidarse de esos resabios antisistema y mucha
explicación de lo que hace y por qué.
Los partidos tienen que refrenar a sus respectivos ultras y
apoyar de forma decidida las decisiones del Gobierno, que serán difíciles y
tendrán que explicarlas a la gente. Aquí tienen que plantearse los cimientos de
una política alternativa a la del PP. Me hubiera gustado que el discurso de investidura de Pepe Griñán se hubiera escuchado también en el Congreso de los Diputados, tan huérfano por ahora de propuestas que conecten con el sentir de la calle.
Herminio Trigo
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