No es la economía, es la ideología


En los últimos tiempos no existe otra conversación que comentar las malas noticias que sobre la economía se acumulan sin descanso día tras día. Vivimos en un estado de angustia permanente, sin esperanza de que esto cambie, encajando como podemos las duras medidas que nos ha impuesto el PP y asustados con las que nos piensan imponer (eso sí, después de las elecciones en Andalucía). Intentan convencernos de que son necesarias para que después volvamos a vivir felices en el paraíso del consumo. Aceptamos humillados, sin rechistar, que de nada ha valido que hace un par de meses se eligiera un nuevo gobierno que iba a cambiar las cosas y después comprobamos que las está cambiando a peor. Aceptamos resignados que las políticas no las decida la democracia, sino el dios Mercado y Merkel su profeta. Jamás pensé que los que apostamos y luchamos ilusionados por una sociedad libre y democrática llegáramos a vivir estos momentos de inutilidad de la democracia política.
Ahora más que nunca, cobra sentido la frase que se decía en El Padrino: “La economía es el arma y la política es saber cuándo hay que apretar el gatillo”. Faltaba por decir que el arma está en manos de los líderes de las políticas conservadoras y liberales y que están disparando sobre la parte más débil de la sociedad. Nos están masacrando.
En la situación de víctimas en que nos encontramos conviene que, al menos, tengamos claros algunos conceptos que no conviene que los olvidemos para no dejarnos engañar con las trampas que nos hacen.
La ideología de la derecha es la creadora del capitalismo, ahora llamado mercado. El gran avance consistió en facilitarnos crédito para convertirnos en consumidores. Un gran invento, todos ganaban, especialmente los bancos. El miedo a las ideas socialistas unido a la lucha de los trabajadores consiguen la creación del Estado del Bienestar en Europa.
Pero con la caída del muro de Berlín, desaparece el modelo que dio origen a las cesiones que se vio obligado a hacer el capitalismo para evitar el contagio comunista. Además permitió que se “colonizaran” los países del Este de Europa. Un triunfo de la ideología neoliberal que se implantó en los gobiernos y un inmenso negocio, nada menos que incorporar al mercado a millones de nuevos consumidores.
La falta de un modelo alternativo al neoliberal, la desmedida ambición de especuladores sin escrúpulos, la falta de regulación y control de la economía financiera por la democracia y la subordinación de los gobiernos a los intereses económicos, nos han conducido a la situación actual. Pero lejos de aprovechar la ocasión para que la política se imponga al mercado, ha ocurrido todo lo contrario, el poder se sigue rigiendo por los intereses del capitalismo.
La ideología neoliberal y sus armas, el Fondo Monetario Internacional, Banco Central Europeo y “Bruselas”, quieren aprovechar la situación para realizar un ajuste de cuentas al Estado del Bienestar que se vieron obligados a conceder.
Los brutales ajustes fiscales que pretende imponer buscan el objetivo de disminuir el poder del Estado y su capacidad de financiar las políticas sociales. Y además nos suben los intereses de la deuda y se da la paradoja de que esta sangría enriquece aún más a los especuladores prestamistas causantes del desastre.
También tienen mucha prisa en que se haga una reforma del mercado laboral, pero una reforma de verdad, la que quiere hacer el obediente Rajoy. ¿Por qué tanta prisa? ¿Son las condiciones laborales de los trabajadores las causantes de la crisis? ¿Saldremos de ella si se hace la reforma? ¿Habrá más empleo después? Sabemos que no, que lo que se pretende es aprovechar la situación para rebajar todo lo que se pueda las conquistas históricas de los trabajadores.
No se ha oído ni una sola recomendación, ni una sola indicación, ni una sola propuesta que vayan encaminadas a que los costos los paguen también los que más tienen. Ya sabemos el dicho, perro no come perro.
Ahora el Partido Socialista, con un nuevo liderazgo, tiene la oportunidad de aprender de sus errores de gobierno y ganar la confianza de los ciudadanos desamparados, desconcertados y desanimados, que estamos necesitados de reafirmarnos en la ideología que defienda la igualdad y la solidaridad como pilares de la convivencia social. Tiene que demostrar con propuestas que es posible hacer otra política, que los ajustes conducen a retroceder en la historia y ahondar en las desigualdades. Es la hora de alentar la esperanza.

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