Vuelve la Iglesia de Franco

El pasado jueves día 18, el arzobispo de Sevilla Juan José Asenjo convocó un encuentro con los medios de comunicación a las 12 de la mañana, en el palacio episcopal de Córdoba, para informar del nombramiento del nuevo obispo de la diócesis. Al dar comienzo el acto monseñor Asenjo, dado que era mediodía, invitó a los periodistas al rezo del ángelus; a un periodista de la Cadena SER que permaneció sentado, monseñor le instó a ponerse en pie por dos veces, haciéndole un gesto con la mano.

Lo primero que hay que precisar es que la convocatoria no se hacía para asistir a un acto religioso, ni se celebraba en un recinto sagrado, ni constaba que los asistentes tenían que ser católicos; tampoco figuraba en el motivo de la convocatoria el rezo del ángelus y mucho menos la obligación de participar. En segundo lugar, si monseñor tiene la costumbre de rezar el ángelus, podría haberlo hecho en privado y convocar a los periodistas instantes después. Sin embargo, no lo hizo así, es decir, el acto fue premeditado y provocado adrede. Sorprende la falta de cortesía y respeto con que se comportó monseñor, aunque la jerarquía eclesiástica no deja de sorprendernos en su desmedido afán de imponer sus reglas a la sociedad. En la dictadura no hubiera llamado la atención una actitud como esta, es más, el ángelus se rezaba todos los días en Radio Nacional en el "parte" de las 12. Esos son los tiempos que la Iglesia quiere recuperar, los de la creencia única, así como el resto de privilegios de los que disfrutaba con Franco: el poder civil al servicio del religioso. A la Iglesia no le gustan las libertades, ni el pluralismo, ni la igualdad, ni el respeto al diferente, no le gusta la democracia, cuna del libertinaje. Le gusta imponer sus principios, humillar; lo que monseñor hizo en la rueda de prensa fue un acto de soberbia. ¿Qué dirían si en una rueda de prensa del PSOE o del PCE se obligara a cantar, o escuchar, la Internacional? Sí, es lo mismo, un gesto de absoluta intolerancia. Para buscar integrismos religiosos –parafraseando a Aznar– no hay que ir a las lejanas montañas de Afganistán, o a los desiertos de Mali o Argelia, basta con darse una vuelta por algunas parroquias de aquí.

Poner a esta Iglesia en el lugar que le corresponde en un Estado democrático no es tarea fácil, los privilegios consolidados durante siglos tardan mucho tiempo en desaparecer y más aún si cuentan con un brazo político que los defienda. Los pasos que se dan desde el Estado para su integración en la democracia son excesivamente lentos y demasiado cautelosos. Mientras tanto, la Iglesia se manifiesta con una beligerancia arrogante ante cualquier tímido avance de normalización democrática: la desaparición del crucifijo en las aulas, la asignatura de Educación para la Ciudadanía, la religión en los colegios… A la vez que nos avasallan y nos humillan, pelean por recibir más dinero de los Presupuestos Generales del Estado, es decir, de todos nosotros. Ante esta situación no es de extrañar que nos obliguen a rezar a todos con la mayor impunidad.

Los medios de comunicación son una parte muy importante del sistema de libertades y el reflejo de una sociedad plural como debe ser la nuestra. Sorprende el escaso relieve que le han dado a este hecho. Sólo fue motivo de análisis y comentario en Radio Córdoba, donde el periodista relató cómo fue presionado por monseñor para que participara en el rezo. Cuesta creer que no lo hayan hecho por considerarlo de poco interés para el público, pero mucho peor es pensar que no lo han hecho por temor a incomodar. Si esto pasa una vez y no ocurre nada, ni siquiera una tímida protesta, advierto a los periodistas que acudan a las ruedas de prensa que se vayan preparando para la liturgia de las horas. Si la convocatoria es por la mañana el rezo de laudes; a mediodía, ya saben, ángelus, y si convocan por la tarde, vísperas. No creo que convoquen a las horas en que se rezan maitines y completas, aunque con esta jerarquía eclesiástica, que comanda Rouco, nunca se sabe hasta dónde se llegará.

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