El cambio tranquilo

La última encuesta del IESA sobre la situación en Andalucía ha provocado reacciones políticas de hondo calado tanto en el PSOE como en el PP y tanto a nivel andaluz como en el resto del Estado. La razón es que por primera vez en más de una década el PP aventaja en intención de voto al PSOE en 1,6 puntos, a esto hay que añadir la importancia que tiene el voto andaluz en unas elecciones generales. Los populares lo han celebrado como si hubieran ganado de verdad las elecciones, Arenas no cabía en sí de gozo y, aunque aún falten dos años para la próxima consulta electoral, ha sido felicitado como si ya la hubiera ganado.

En esta encuesta sorprende que el electorado valore que el PSOE es el partido que mejor defiende a Andalucía, el que mejor representa las ideas del pueblo, el que inspira más confianza, el más unido, el más capacitado para gobernar, el más honesto y el que más se preocupa por los desfavorecidos. Sin embargo, los andaluces quieren un cambio de gobierno, pese a que la mayoría apruebe la gestión que está haciendo de la crisis. Lo cierto de todo esto es que la encuesta refleja el profundo malestar de la ciudadanía con lo que está pasando y, aunque reconoce que los principales culpables de la crisis son los bancos, como no puede votar contra ellos, lo hace contra el Gobierno.

En el Partido Popular deberían prestar más atención al contenido completo y no quedarse en la última página. Supongo que lo han hecho y no creo que por dentro estén tan contentos como aparentan, porque saben que la intención de voto es fruto de la mala coyuntura económica y del desempleo y que cuando se empiece a recuperar la economía y a crearse puestos de trabajo, su raquítica ventaja se esfumará. La encuesta dice algo que se viene repitiendo desde hace muchos años y que es una de las razones profundas por la que el PP pierde siempre las elecciones: la mayoría del electorado se identifica ideológicamente con el PSOE, entre la izquierda y el centro-izquierda, y al PP lo coloca en la extrema derecha. Arenas se ha dado cuenta de que desde esa posición nunca podrá ganar unas elecciones y ha anunciado que va a moderar su discurso, que va a proponer “un cambio tranquilo”. Una lástima, con lo bien que lo pasamos con sus disparates y con esa agresividad de pistolero de película. También debe haber influido en esa nueva postura la opinión que tienen de él los andaluces, que, aunque lo conocen más que a José Antonio Griñán, lo valoran bastante peor. Lo tienen calado. En definitiva, si con la que está cayendo sólo sacan menos de dos puntos de ventaja, el cambio, sea tranquilo o agitado, no se ve tan cerca.

Otra lectura de la encuesta es que el PSOE tiene que asumir la responsabilidad del cambio de situación que los andaluces están pidiendo, porque dicen que es el que está más preparado para hacerlo y además es en el que más confían para llevarlo a cabo. Para eso son necesarias tres cosas; la primera es un proyecto político estratégico, como lo fue en su momento la 2ª Modernización de Andalucía y que desembocó en el nuevo Estatuto. Ahora podría ser el Proyecto de Economía Sostenible cuya redacción está siendo muy plural y que después debe abrirse a un amplio debate ciudadano. En segundo lugar, cerrar el proceso que se inició con el cambio en la Presidencia de la Junta, si eso se resuelve con un congreso extraordinario, se debe hacer pronto, sin olvidar que no sería prudente perturbar demasiado la presidencia española de la Unión Europea. Y, por último, articular una estrategia de comunicación eficaz para explicarle a la ciudadanía las medidas que el Gobierno está tomando para luchar contra la crisis y el desempleo y, sobre todo, hacerle ver que la crisis no la ha creado el PSOE, sino las políticas neoliberales que defiende el PP, que la solución de una crisis mundial no la resuelve un gobierno regional, que ante este mal sólo se puede contar con paliativos y quien diga que lo puede resolver miente descaradamente.

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