El silencio
La Iglesia ha tenido que admitir que el único camino que le quedaba a Cajasur era fundirse con Unicaja, ha tenido que reconocer que el Banco de España no iba de farol y que la intervención era una realidad. Hasta última hora ha estado esperando un milagro, porque eso es lo que se pretendía, que no hubiera fusión, que no interviniera el Banco de España y mantener todos los puestos de trabajo, pero alguno de sus miembros tuvo que mantener la cordura en medio de tanta sinrazón, aunque estoy seguro que todavía nos darán algún que otro espectáculo.
En todo este desgraciado asunto, que lleva varios meses expuesto, llama poderosamente la atención la escasa o nula reacción pública de los cordobeses. ¿Somos conscientes de lo que está pasando? Nadie que diga ni una palabra contra los autores de esta catástrofe. Nadie que le diga al representante de IU en el Consejo que es una gravísima irresponsabilidad decir "Si nos interviene el Banco de España, que nos intervengan", que no son gestos numantinos ni heroicos los que se necesitan, que no caben las soluciones viscerales, sino las sensatas y responsables, ¡que se está jugando con los intereses de muchos miles de personas! Nadie que diga que la culpa no la tiene el Banco de España, ni la Junta de Andalucía, ni Zapatero, ni Felipe González, que la responsabilidad del desastre la tienen exclusivamente sus gestores eclesiásticos que han controlado y dirigido la entidad a su capricho, que han silenciado y echado a los Directores Generales que les decían lo que estaba pasando y lo que había que hacer. Nadie que le diga al Secretario General de Aspromonte, el brazo sindical de la Iglesia, que la práctica del amiguismo ha inflado la plantilla de forma insoportable, que los errores cometidos los tiene que pagar quien los ha hecho, que las manifestaciones tienen que hacerlas contra los que han provocado su ruina. Nadie que diga algo, ni un editorial en los medios locales, ni cartas al director, solo un murmullo en bares y cafeterías. Algunos de los que han tenido que hablar porque les va en el sueldo, como destacados miembros de la dirección andaluza y cordobesa del Partido Popular, han batido un récord en decir incongruencias, buscando más el rédito electoral que fijar una posición política consecuente y seria.
Este silencio se comenta mucho fuera de Córdoba, dicen que es por miedo a señalarse, que es la consecuencia del clientelismo que sembró el cura Castillejo, un verdadero maestro en comprar voluntades. Tal vez tengan algo de razón, pero estoy seguro que, una vez que se ha encauzado el problema por el camino de la sensatez, habrá un tropel de voces que se apunten a la solución. Es muy cómodo y poco comprometido analizar la situación una vez que se ha resuelto el problema.
En todo este desgraciado asunto, que lleva varios meses expuesto, llama poderosamente la atención la escasa o nula reacción pública de los cordobeses. ¿Somos conscientes de lo que está pasando? Nadie que diga ni una palabra contra los autores de esta catástrofe. Nadie que le diga al representante de IU en el Consejo que es una gravísima irresponsabilidad decir "Si nos interviene el Banco de España, que nos intervengan", que no son gestos numantinos ni heroicos los que se necesitan, que no caben las soluciones viscerales, sino las sensatas y responsables, ¡que se está jugando con los intereses de muchos miles de personas! Nadie que diga que la culpa no la tiene el Banco de España, ni la Junta de Andalucía, ni Zapatero, ni Felipe González, que la responsabilidad del desastre la tienen exclusivamente sus gestores eclesiásticos que han controlado y dirigido la entidad a su capricho, que han silenciado y echado a los Directores Generales que les decían lo que estaba pasando y lo que había que hacer. Nadie que le diga al Secretario General de Aspromonte, el brazo sindical de la Iglesia, que la práctica del amiguismo ha inflado la plantilla de forma insoportable, que los errores cometidos los tiene que pagar quien los ha hecho, que las manifestaciones tienen que hacerlas contra los que han provocado su ruina. Nadie que diga algo, ni un editorial en los medios locales, ni cartas al director, solo un murmullo en bares y cafeterías. Algunos de los que han tenido que hablar porque les va en el sueldo, como destacados miembros de la dirección andaluza y cordobesa del Partido Popular, han batido un récord en decir incongruencias, buscando más el rédito electoral que fijar una posición política consecuente y seria.
Este silencio se comenta mucho fuera de Córdoba, dicen que es por miedo a señalarse, que es la consecuencia del clientelismo que sembró el cura Castillejo, un verdadero maestro en comprar voluntades. Tal vez tengan algo de razón, pero estoy seguro que, una vez que se ha encauzado el problema por el camino de la sensatez, habrá un tropel de voces que se apunten a la solución. Es muy cómodo y poco comprometido analizar la situación una vez que se ha resuelto el problema.
Comentarios