Los privilegios de la Iglesia en la nueva Caja


Hasta última hora vamos a tener que sufrir esta doble y perversa personalidad de la Iglesia como institución espiritual y a la vez bancaria. Hemos tenido abundantes ejemplos en las últimas décadas que le quitarían la fe a un santo. El sólo hecho de ver a un cura presidiendo una entidad financiera que, como todas, niega créditos a gente necesitada o ejecuta hipotecas impagadas porque sus propietarios se han quedado en el paro, no deja de ser una actitud que nada tiene que ver con los principios en los que dicen creer. O la póliza millonaria que se ha llevado su presidente Miguel Castillejo para él y sus hermanas, otro ejemplo de un comportamiento poco edificante.

Ya que la fe de los creyentes les importaba menos que ser banqueros y ganar dinero, al menos deberían haber hecho bien su trabajo. Pero no, con una gestión personalista y caprichosa, ignorando las advertencias del Banco de España, han conducido a Cajasur a la ruina. Y cuando se les ha dado una salida que ha sido la fusión con Unicaja y Caja Jaén, quieren seguir manteniendo sus privilegios en la nueva Caja. Incluso horas antes de que el Gobierno de Andalucía aprobara el Decreto que da cobertura legal a los términos acordados, chantajean con un comunicado para mantener sus privilegios. Resulta soez que esa exigencia la haga quien ha hundido Cajasur y nos ha privado de tener un poder financiero genuinamente cordobés. La Iglesia ya tiene bastante con los millones que van a sacar de la fusión para que continúen con su labor de proselitismo. El resto de condiciones, como los demás. Su representación en los Órganos Rectores de la nueva Caja, los que correspondan como entidad fundadora, sujetos a las mismas condiciones de los demás.

Si la Iglesia continúa en su pretensión de tener privilegios en la nueva Institución, no habrá fusión con las otras Cajas, el Banco de España intervendrá Cajasur, cesará a todo el Consejo de Administración, con lo que la Iglesia se quedará fuera de todo, pondrá las cuentas en orden y después la venderá. La Iglesia debe valorar lo que más le interese, dadas las circunstancias, o aceptar los términos acordados con las demás Cajas, o desaparecer definitivamente del mapa financiero. Y cuando se está en esas condiciones, mejor agachar la cabeza, tener, por una vez siquiera, un gesto de humildad y terminar este vergonzoso camino cuanto antes.

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